Tras las fachadas de apariencia sencilla que tienen las viviendas en las colonias populares de la Ciudad de México, Iliana Ortega descubre un rico entretejido de lotes multifamiliares que han sido construidos y expandidos orgánicamente por las familias que los habitan. De este modo la autora ofrece una interpretación novedosa de la consolidación y densificación urbanas que permite comprender la relación entre el entorno construido y las prácticas sociales: la vivienda no es un mero “contenedor”, lo esencial no es su forma, sino el proceso de autoconstruirla, un proceso dotado de vastos y profundos significados sociales. Ortega prescinde de las definiciones estáticas de vivienda y familia para visualizarlas en su constante fluir en la vida cotidiana.
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